sábado, 6 de febrero de 2010

LA FABULOSA HISTORIA DEL PAPIRO DE ARTEMIDORO


ELPAÍS.COM - Enric González 01/10/2006

Las dudas y el misterio rodean la supuesta primera cartografía de un territorio de la península Ibérica.


La historia del Papiro de Artemidoro comienza hace más de 2.000 años, cuando un ilustrador egipcio dibuja un mapa de la península Ibérica. Y se equivoca: en lugar de Iberia, traza el perfil de la Bética, más o menos la actual Andalucía. Con ese error, que invalida la más antigua cartografía del territorio español llegada hasta hoy, arranca una aventura fabulosa, llena de prodigios y casualidades. Demasiados prodigios, dicen algunos especialistas, poco convencidos de la autenticidad del papiro. La versión de quienes sospechan contiene, sin embargo, puntos oscuros, tantos como la versión de quienes avalan la antigüedad de la pieza. O más.

El Papiro de Artemidoro fue adquirido por la Fundación de Arte de la Compañía San Paolo, la más poderosa entidad financiera de Turín, al precio de 2,7 millones de euros. ¿Quién vendió la maravilla? Eso quedó envuelto en el misterio. El papiro se expuso por primera vez en el palacio Bricherasio de Turín entre el 8 de febrero y el 7 de mayo de este año. La muestra supuso el penúltimo episodio de la peripecia. El último, por ahora, es la polémica.

Hay que empezar por el principio, siguiendo la reconstrucción histórica realizada por los profesores Claudio Gallazzi y Salvatore Settis, comisarios de la muestra de Turín. En el principio está la mano de un dibujante que trabaja en un taller de Alejandría, a mediados del siglo I antes de Cristo. El dibujante tiene ante sí un papiro de 32 centímetros de ancho y 240 de largo. Un escriba ha copiado en él un texto del geógrafo Artemidoro de Éfeso referido a Iberia y ha dejado espacios para las ilustraciones. Artemidoro ha muerto hace unas décadas, su prestigio es muy alto y el papiro, una vez terminado, será enrollado y guardado en una biblioteca, quizá en la misma Alejandría.

El dibujante se equivoca. En lugar de copiar toda la Península, copia un pedazo de ella. O el propio dibujante o el cliente que encarga el trabajo perciben que eso no es Iberia sino la Bética, el fragmento meridional de la Península. Y hacen lo único que puede hacerse: pedir un nuevo papiro en blanco y enviarlo al escriba para que recomience, porque el error no se puede borrar. El primer papiro, con su texto y su dibujo desafortunado, queda en la papelera.

Pero un papiro es caro y éste contiene aún muchos espacios en blanco: los destinados a las ilustraciones que no llegaron a realizarse y todo el reverso. Un taller de decoración se queda con el papiro y lo utiliza como muestrario. En los espacios aprovechables, otros artistas dibujan rostros humanos, animales reales o mitológicos y bocetos muy diversos.

Veinte siglos atrás, las casas de los ricos se decoraban con pinturas murales y esculturas realizadas por encargo. El cliente examinaba un muestrario y elegía los motivos que deseaba. Durante varias décadas ése es el destino del Pápiro de Artemidoro, el proyecto de obra cartográfica se queda en catálogo comercial. Llega un momento en que el papiro, ajado y con dibujos anticuados, deja de servir en el taller. Hacia mediados o finales del siglo I se envía a otro establecimiento, un servicio de pompas fúnebres, donde se mezcla con otros papiros (cartas y documentos de la administración romana en Egipto), empapado en agua, amasado y transformado en papier maché para rellenar el interior de la máscara mortuoria de una momia. El Papiro de Artemidoro pasa los siguientes 20 siglos en una tumba.




Máscaras mortuorias

Ya a mediados del siglo XIX se consiguieron deshacer algunas máscaras mortuorias para rescatar pedacitos del papiro original. La máscara que nos ocupa fue descubierta hace unas décadas (se ignora la fecha exacta) y vendida a un anónimo ciudadano alemán, quien decidió destruirla para averiguar qué contenía. La apuesta, arriesgada hasta lo increíble, dio un resultado no menos increíble: las técnicas modernas hicieron aflorar el Papiro de Artemidoro casi íntegro. Un prodigio. Claudio Gallazzi, director del Instituto de Papirología de la Universidad de Milán, y Barbara Kramer, especialista alemana, certifican en 1999 la autenticidad del documento. La Fundación San Paolo, tutora del museo egiptológico de Turín, el más prestigioso del mundo después del museo de El Cairo, se apresura a comprar la pieza y a exponerla.

Ahora llegan las dudas. Hace unas semanas, Luciano Canfora, director de Quaderni di Storia, profesor de Filología Griega y Latina en la Universidad de Bari, publica un artículo en el que expone dudas profundas sobre la autenticidad del papiro. Canfora revela que el papiro procede de un comerciante armenio afincado en Hamburgo y enumera sus objeciones. Una: en el texto atribuido a Artemidoro hay errores de sintaxis y de léxico, poco verosímiles en un autor de gran nivel intelectual. Dos: las primeras 14 líneas de la cuarta columna del papiro coinciden con la voz Iberia de una enciclopedia atribuida a Esteban de Bizancio, estudioso del siglo VI. Tres: el mapa del papiro es parecidísimo a otro que figura en las ocho páginas robadas en el monasterio del monte Athos por el griego Constantino Simonidis (1824-1867 o 1890), teólogo, pintor, falsificador y aventurero. Simonidis vendió las páginas robadas a la British Library, donde se conservan. La conclusión de Canfora: el Papiro de Artemidoro es una falsificación realizada por Constantino Simonidis.

Salvatore Settis, filólogo ilustre de la Universidad de Pisa y comisario de la exposición de Turín, contraataca con otro artículo en defensa de la autenticidad del papiro. ¿Cómo se procuró Simonidis un papiro en blanco de veinte siglos de antigüedad?, pregunta. ¿Cómo consiguió una tinta vegetal idéntica a la utilizada por los antiguos egipcios? ¿Cómo pudo emplear técnicas y documentos de referencia sólo conocidos a partir de las últimas décadas del siglo XX?

El debate prosigue. La historia extraordinaria del Papiro de Artemidoro, también.

Para saber más uide en TERRAE ANTIQVAE: La ciudad de Baitis y el mapa del Papiro de Artemidoro. Una nueva interpretación.

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