lunes, 19 de julio de 2010

UN ARTÍCULO EPIGRÁFICO-FUNERARIO DE PÉREZ REVERTE


EL ECO DE ANTIGUAS VIDAS
por Arturo Pérez-Reverte

Estoy familiarizado con paisajes de orillas azules, cielos luminosos y cementerios blancos. Allí intuí pronto –o tal vez aprendí a aprender– que la muerte es episodio natural y consecuencia de todas las cosas. Quizá por eso tengo afición a las lápidas donde figuran inscripciones serenas, cuya contemplación ayuda a ordenar pensamientos y vidas. Me gusta leerlas e imaginar las existencias que allí se resumen, y calcular qué de ello puede serme útil o saludable. También, a veces, durante esos ratos tranquilos en que la biblioteca está en silencio absoluto y no tengo ganas de leer algo continuado y denso, hojeo las páginas de algún libro relacionado con el asunto, o que me lo parece. Mis queridos Montaigne y Cervantes, por ejemplo, abundan en esa clase de sentencias que a veces podríamos tomar por funerarias, o casi; y sospecho que los autores de los Ensayos y el Quijote lo que hicieron, en realidad, fue escribir astutos y caudalosos libros-epitafios para ayudarse ellos mismos a bien morir.

Tengo otros libros a los que acudo con esa intención. Mis favoritos son Epigramas funerarios griegos y los dos volúmenes de Poesía epigráfica latina, de la colección de clásicos Gredos, que reúnen buen número procedente de estelas funerarias o de fragmentos literarios antiguos. Me seducen especialmente sus antiquísimas fórmulas canónicas: invocación al caminante –«Llora mi amargo destino, caminante»–, elogio del difunto –«Nadie llegó a desceñir su virginal cinturón»– y consolatio final –«Amado por muchos, lo habría sido por más»–. Algunas de las inscripciones, sobre todo las dedicadas a niños y jóvenes muertos en su edad primera, me conmueven especialmente. «Con lamentos, mi madre colocó esta lápida junto al camino», dice una de ellas. Y otra: «En este lugar yazco, dejando huérfana la vejez de mi padre». Tengo varias favoritas. Por ejemplo: «Te admiraban mortales y dioses, pero una envidiosa divinidad se apoderó de ti», y «Sin apenas gustar de la juventud, me he hundido en el Hades». Aunque ninguna tan hermosa y triste como la de una recién nacida: «La mayor parte de mi vida la pasé en el vientre de mi madre».

Algunas de esas antiguas inscripciones resumen admirablemente toda una vida, una profesión o un carácter. «La Moira raptó a Cleómbroto, excelente en jurisprudencia», afirma una. Y otra: «Comadrona, salvé a muchas mujeres, pero no pude escapar a la Moira». Tampoco está nada mal: «Que mis herederos rocíen con vino mis cenizas». Aunque de ésas, mi más admirada es la magnífica «Vi las ciudades de muchos hombres y conocí su forma de pensar». Las inscripciones referidas a muertos en combate se encuentran también entre mis predilectas. La más famosa, por supuesto, es aquel «Caminante, si vas a Esparta...» de las Termópilas. Hay otra que me gusta mucho: «Entre roncos gemidos, sus compañeros levantaron este túmulo». También la de un soldado llamado Aristarco, que «Murió mientras sostenía el escudo en defensa de su patria», y la conmovedora «Cayó entre los que combatían en primera fila, e intenso dolor dejó a su padre». Pero la que siempre me pone al filo de la emoción es el sencillo elogio fúnebre de un hoplita muerto en la llanura de Curo, el año 281 antes de Cristo: «Yo no retrocedí ante el ataque de los enemigos. Era soldado de infantería».

Otra inscripción que me parece magnífica, por lo que tiene de épica y evocadora, está en el museo arqueológico de Córdoba. Se trata de la estela funeraria de un gladiador del siglo I muerto en su séptimo combate, y su escueto elogio –tres palabras en mitad del texto: venció seis veces, incluidas con orgullo por la esposa que costea su lápida– me hace evocar con facilidad el anfiteatro cordobés, el grito de la muchedumbre en los graderíos, el ruido de las armas y la sangre corriendo sobre la arena: «Actio, gladiador. Venció seis veces. Tenía veintiún años. Aquí está enterrado. Que la tierra te sea ligera».

Pero no es sólo en las piedras, o en los libros. Hace muchos años, en el cementerio helado de Bucarest, me asombró comprobar hasta qué punto ese eco funerario clásico, tan literario, puede llegar de forma natural hasta nuestros días. El día de Navidad, bajo la nieve, una pobre madre lloraba y rezaba ante la tumba aún abierta de su hijo, asesinado por la Securitate del dictador Ceaucescu. Y cuando la intérprete me tradujo sus palabras, me quedé estupefacto. Aquella mujer campesina, analfabeta, estaba recitando de memoria –una memoria antiquísima, sin duda, transmitida oralmente– un epigrama funerario triste y bello, quizás aprendido por algún antepasado suyo en una piedra contemplada, siglos atrás, a un lado del camino: «Es oscura la casa donde ahora vives».

© A. Pérez-Reverte
XL Semanal, nº 1183, 27 de junio al 3 de julio de 2010



Via: TERRAE ANTIQVAE

miércoles, 14 de julio de 2010

EL POEMA "SI ES QUE MURIÓ" DE K. P. CAVAFIS (Sobre Filóstrato y su "Vida de Apolonio de Tiana")


ΕΙΓΕ ΕΤΕΛΕΥΤΑ

«Πού απεσύρθηκε, πού εχάθηκε ο Σοφός;
Έπειτ’ από τα θαύματά του τα πολλά,
την φήμη της διδασκαλίας του
που διεδόθηκεν εις τόσα έθνη
εκρύφθηκ' αίφνης και δεν έμαθε κανείς
με θετικότητα τι έγινε
(ουδέ κανείς ποτέ είδε τάφον του).
Έβγαλαν μερικοί πως πέθανε στην Έφεσο.
Δεν τόγραψεν ο Δάμις όμως· τίποτε
για θάνατο του Aπολλωνίου δεν έγραψεν ο Δάμις.
Άλλοι είπανε πως έγινε άφαντος στην Λίνδο.
Ή μήπως είν’ εκείν’ η ιστορία
αληθινή, που ανελήφθηκε στην Κρήτη,
στο αρχαίο της Δικτύννης ιερόν.—
Aλλ’ όμως έχουμε την θαυμασία,
την υπερφυσικήν εμφάνισί του
εις έναν νέον σπουδαστή στα Τύανα.—
Ίσως δεν ήλθεν ο καιρός για να επιστρέψει,
για να φανερωθεί στον κόσμο πάλι·
ή μεταμορφωμένος, ίσως, μεταξύ μας
γυρίζει αγνώριστος.— Μα θα ξαναφανερωθεί
ως ήτανε, διδάσκοντας τα ορθά· και τότε βέβαια
θα επαναφέρει την λατρεία των θεών μας,
και τες καλαίσθητες ελληνικές μας τελετές.»

Έτσι ερέμβαζε στην πενιχρή του κατοικία—
μετά μια ανάγνωσι του Φιλοστράτου
«Τα ες τον Τυανέα Aπολλώνιον»—
ένας από τους λίγους εθνικούς,
τους πολύ λίγους που είχαν μείνει. Άλλωστε —ασήμαντος
άνθρωπος και δειλός— στο φανερόν
έκανε τον Χριστιανό κι αυτός κι εκκλησιάζονταν.
Ήταν η εποχή καθ’ ην βασίλευεν,
εν άκρα ευλαβεία, ο γέρων Ιουστίνος,
κ’ η Aλεξάνδρεια, πόλις θεοσεβής,
αθλίους ειδωλολάτρας αποστρέφονταν.





SI ES QUE MURIÓ

"¿Dónde se retiró, dónde ha desaparecido el Sabio?
Después de sus numerosos milagros,
la nombradía de su magisterio
que se esparció por tantas naciones,
se ocultó de repente y nadie supo
con certeza que fue de él
(ni nadie jamás vio su sepulcro).
Unos inventaron que murió en Efeso.
Sin embargo Damis no escribió eso; nada
sobre la muerte de Apolonio ha escrito Damis.
Otros dijeron que en Lindos desapareció.
O acaso sea cierta aquella historia,
de que ascendió al cielo en Creta,
en el templo antiguo de Diktine. -
Con todo tenemos su maravillosa,
su sobrenatural aparición
a un joven estudiante en Tiana.
Quizás no ha llegado el tiempo de que vuelva,
de que reaparezca otra vez ante el mundo;
o transfigurado, acaso, entre nosotros
anda incógnito. -Pero ha de volver a aparecer
como era, enseñando lo justo; y entonces seguramente
traerá de nuevo el culto de nuestros dioses,
y nuestras finas ceremonias helénicas".

Así divagaba en su pobre morada -
-después de una lectura de Filóstrato
"Sobre Apolonio de Tiana"-
uno de los pocos gentiles,
de los muy pocos que habían quedado. Por otra parte
-hombre insignificante y cobarde- en público
pasaba también él por cristiano y asistía a la iglesia.
Era la época en que reinaba,
con extrema devoción, el viejo Justino,
y Alejandría, ciudad temerosa de Dios,
repulsaba a los pobres idólatras.





domingo, 11 de julio de 2010

LVI EDICIÓN DEL FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA


Transcribo aquí la presentación del Festival de este año por Francisco Suárez, el director del mismo.

Si el año pasado para celebrar la quincuagésimo quinta edición del Festival de Mérida se encendieron miles de llamas como símbolo de la luz que nos regaló Prometeo a los mortales, este año será el agua la metáfora primordial que nos conduzca, desde el desierto en que estamos, a encontrar en ese pozo de agua viva e inacabable como son los textos de los antiguos poetas griegos, el oasis deseado para calmar la sed en estos tiempos de sequía.

Eurípides, Homero, Esquilo, Aristófanes, Albert Camus, Pérez Galdós-Francisco Nieva y Molière serán los que nos indiquen el camino a seguir y los que nos desvelen en esta dura travesía, la razón de tal condena.

Cuenta Hesíodo que el agua como fuente de la vida es sagrada, y que el hombre jamás debe mancillarla. Esta norma primitiva, figura esencial de las normas civiles que los hombres tienen que respetar puede aplicarse hoy en día. Considera el poeta griego que en ese elemento común a todos es donde los hombres deben conciliar sus intereses y ponerse de acuerdo para no ser castigados.

Para estos malos tiempos, donde se han roto las normas civiles más elementales, donde la desmesura y la codicia financiera campean sin consideración alguna, donde la insolidaridad es un agravio manifiesto y donde el agua revuelta es ganancia de especuladores, estos sabios, en el Festival de Mérida y en su quincuagésimo sexta edición, nos enseñarán de nuevo a ser prudentes en todo y nos ayudarán con el arte del teatro a que esas normas civiles no vuelvan, otra vez, a ser pisoteadas. Valgan algunos ejemplos: Eurípides promueve trágicamente el consenso de las leyes en su magnífica Medea; en la Ilíada, Homero provoca con su violenta epopeya, la paz; Esquilo en su primigenio Prometeo aboga por su defensa; Aristófanes satiriza en Lisístrata la corrupción de la norma; Camus en su soliviantado Calígula levanta su voz para proclamar un orden en medio de tanta y perversa convulsión, y tanto Galdós-Nieva como Molière, denuncian, uno desde el melodrama y el otro desde la comedia, los excesos de dicha norma.

Sin embargo, sabemos que lo que embellece al desierto es que en alguna parte esconde un pozo de agua y que más allá de la arena se encuentra el mar.

Francisco Suárez
Director del Festival de Mérida


lunes, 5 de julio de 2010

BREVE BIOGRAFÍA DE TALES DE MILETO



Tales de Mileto Θαλῆς ὁ Μιλήσιος (h. 639 - h. 547/6 a. C.1 ) fue el iniciador de la indagación racional sobre el universo. Se le considera el primer filósofo de la historia, y el fundador de la escuela jonia de filosofía, según el testimonio de Aristóteles. Fue el primero y más famoso de los Siete Sabios de Grecia. Fue además uno de los más grandes astrónomos y matemáticos de su época.
Sus estudios abarcaron profundamente el área de la geometría, álgebra lineal, geometría del espacio y algunas ramas de la física, tales como la estática, la dinámica y la óptica. Su vida está envuelta en un halo de leyenda.